Usuario invitado
17 de octubre de 2021
Se trata de un hotel en un edificio antiguo rehabilitado hace tiempo, con un magnífico emplazamiento con vistas al lago de Garda. El comienzo de nuestra estancia presagiaba lo peor: nos asignaron una habitación con una sola ventana sellada y con el cristal cubierto con una celosía oscura. Pasamos la primera noche y al día siguiente ya nos cambiaron a otra de categoría superior con balcón y terraza. Desde nuestra habitación definitiva, que daba a la estupenda piscina con tres olivos dentro, como islas, pudimos disfrutar de mucha paz, tranquilidad y silencio. La cama era cómoda y muy grande. El cuarto de baño tenía una ducha con spa y todo tipo de accesorios de higiene. Los desayunos y las cenas fueron abundantes y variados. Los vinos tenían unos precios algo elevados. Por encima de todo, hay que destacar la profesionalidad y amabilidad de todo el equipo: Erika, en la recepción, y Rita y Verónica en el restaurante se esforzaron todo el tiempo en facilitarnos las cosas para conseguir que nuestra estancia resultara muy feliz. Nos pareció un lugar romántico, muy indicado para relajarse unos días y pasear por los bellos pueblos del lago de Garda. Además, está cerca de Brescia y Verona, dos destinos imprescindibles.