Usuario invitado
29 de febrero de 2024
En el lado positivo, la ubicación del hotel en el triángulo dorado de Ginebra es imprescindible para disfrutar del casco antiguo y de la orilla izquierda del lago. Los alrededores son bastante elegantes, el restaurante/bar/salón es un importante punto social y las áreas comunes hacen una promesa que el hotel no cumple. La decoración es siempre una cuestión subjetiva, pero aquí la elección me molestó y los papeles pintados con motivos de bosques encantados no ayudan a sentirse bien en habitaciones frías, angulosas y, en definitiva, bastante incómodas. Aunque la cena en el bar fue extraordinaria, el desayuno está bien en la media de esta categoría. A esta sensación de malestar se suma un personal al que evidentemente no le importa y... y se sale del lugar con serias dudas sobre la seriedad de una gestión que se enorgullece de ofrecer "más que un hotel, una experiencia memorable". Volver a los conceptos básicos de la hostelería podría ayudar. Mucho.
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