Usuario invitado
22 de septiembre de 2021
En tierras que habitaron moros de lejanos y nazaríes tiempos, dando esplendor y magia con sus culturas de canto y oración, de agua y de flor, de incienso y de rezo. Entre los ahora embriones de intensos verdes, aún no maduros del que será oro líquido de platos y pucheros de España y del mundo, dulce deleite para el degustar del exquisito paladar del comensal. Entre escarpados montes de picos blancos y grises, peñas y quebrados. Entre valles y fecundos campos, infinitos como el mar. Entre caminos polvorientos de tierra roja y el cielo azul, eterno, inmenso, y en la noche enjambre de brillantes luceros. Ahí se asienta firme, solemne y erguido, garboso, pero paciente y sereno, el Cortijo del Marqués. Su sobrio portón guarda un secreto, un tesoro que ya intuye el viajero al aproximarse, pero que sólo al traspasar su umbral se descubre y es cuando te atrapa, te sumerge y te embauca como los ojos negros de la gitana, como el trino del pardal tempranero, como viento de la tarde sobre las hojas y ramas de la encina centenaria, como el hilo permanente del arroyo. Y entonces, la paz...