Este julio nos alojamos en lo que fueron, sin duda, las peores vacaciones de nuestras vidas. Desde el inicio, todo fue un desastre: la comida era pésima y repetitiva, las instalaciones estaban sucias, y las piscinas tenían una espuma blanca que denotaba falta de higiene. Además, el hotel estaba masificado, lo que hacía imposible encontrar una hamaca disponible en la zona de las piscinas. Las terrazas, además, tenían baldosas sueltas y peligrosas. Uno de los peores aspectos fue el servicio en el comedor. Se supone que para entrar es necesario pasar la tarjeta de la habitación y que alguien te acompañe a una mesa, pero la mayoría de las veces no había nadie presente para hacerlo. En ocasiones, cuando intentabas pasar, la persona encargada aparecía corriendo y te gritaba por hacerlo sin su supervisión. El ”todo incluido” era igualmente decepcionante. A partir de las 11:30 de la noche, se acababa el servicio, y solo estaban incluidos algunos cócteles que, para colmo, sabían muy mal. En la habitación, las duchas no drenaban correctamente. Al reportarlo, la única solución ofrecida fue poner toallas en el suelo. Al insistir sobre el problema, recibimos malas caras y respuestas groseras por parte del personal, y nos dijeron que enviarían a un técnico sin especificar cuándo lo harían. Sin embargo, cuando mi hija fue a abrir la puerta al técnico, resbaló con el agua que salía de la ducha y se cayó. Al reportar el incidente en recepción y pedir una hoja de reclamaciones, solo nos respondieron con un comentario despectivo, diciendo que ”ya estábamos mayorcitos”. No nos ofrecieron asistencia médica ni tampoco había ningún médico disponible, por lo que tuvimos que llevarla al hospital, donde le hicieron tres radiografías debido a los moretones y dolores que presentaba. Este incidente ocurrió al inicio de nuestras vacaciones, lo que arruinó por completo el resto de nuestra estancia. Además, el hotel contaba con solo dos ascensores para cinco plantas. Uno de los ascensores no funcionaba, y cuando finalmente lo hizo, nos quedamos encerrados hasta que alguien desde el sótano logró llamarlo. Esta situación solo añadió más estrés a nuestra estancia. Por último, el agua de las máquinas era horrible, tanto que muchos huéspedes optaban por ir al supermercado cercano para comprar comida y bebida, algo inaudito en un hotel con régimen de todo incluido. Además, el hotel contaba con máquinas expendedoras cuyos precios eran altísimos, lo que hacía aún más frustrante la situación. Curiosamente, también nos enteramos de que ofrecían un día gratis a quienes dejaran una buena reseña, lo que demuestra la falta de transparencia en su atención al cliente. En resumen, el hotel estaba completamente saturado, y tanto el servicio como las instalaciones fueron lamentables en todos los sentidos.
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