Conocimos al anterior director a Oscar Pubill. Era un tipo correcto, buen gestor y agradable. Probablemente el hotel era más señorial, como lo era el director, pero lo cierto es que ni siquiera recuerdo su nombre. Sin embargo, la llegada de Oscar aportó algo que el hotel no tenía. Vínculo con los clientes. Con él y a través de él pasamos de ser simples huéspedes a sentirnos como amigos. La primera vez que hablamos con Oscar fue en una situación inesperada: mi mujer se puso enferma. No fue nada grave, solo un poco de fiebre y malestar. A pesar de eso, ella bajó a cenar con nosotros, aunque no tenía hambre, solo por estar allí. En cuanto se enteró, allí se presentó Oscar, el director del hotel, a interesarse personalmente, por su estado. Con su carisma arrollador, hizo que el jefe de cocina viniera a ver qué podía prepararle. En apenas cinco minutos, nos sirvieron un delicioso caldo de pollo para que mi mujer pudiera cenar algo. Ese día Oscar nos conquistó. Pero eso fue solo el comienzo. Oscar siguió ganándose nuestro cariño cada día, y en cada una de las estancias que hemos tenido en el Princesa Yaiza desde hace más de una década. Con el tiempo, nos empezamos a convertir en algo que no esperamos de un hotel, amigos. Y aquello dejó de ser un hotel, empezó a convertirse en nuestra segunda casa. Hoy podría decir el nombre de más de 30 empleados del hotel y de algún detalle bonito que cada uno de ellos ha tenido con nosotros. Esa es la huella de un gran director y de un gran equipo. Estas vacaciones han sido las primeras sin Oscar en muchos años y el equipo que ha quedado todavía mantiene esa esencia. Hay grandísimos profesionales delante de esas mejores personas. Pero el espíritu no es el mismo. Tampoco me extraña. Yo, si estuviera en esa situación, viendo que han apartado a alguien del talento y carisma personal de Oscar, alguien que se entregó al hotel y a sus clientes, pensaría que cualquier día puedo ser el siguiente. Por tanto, me parece injusto haber apartado a Oscar del hotel. Pero también me parece un error. Una persona que es capaz de convertir clientes en amigos nunca es un problema. Es un activo valiosísimo, por lo que su salida del grupo me parece una decisión poco inteligente. Lo que hemos visto este año, es que el hotel sigue funcionando bien. Pero la tensión del personal por mantener la excelencia en la hospitalidad ha disminuido, y la gestión de recursos ha empeorado. Un ejemplo claro es que, de los tres restaurantes buffet, dos han estado cerrados durante las cenas. Esto, sin duda, es una señal de que algo no está bien. Oscar, gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Estoy seguro de que, donde quiera que vayas, volveremos a vernos y darnos esos abrazos que cada año nos hemos dado. ¡Te queremos! P.D.: Y no somos los únicos clientes que lo dicen
Fabuloso
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