Mi crítica ácida (o más bien amarga, dado que dos de los protagonistas de esta historia fueron un par de soberbios gin-tonics) va única y exclusivamente dirigida al servicio de terraza-bar que el Gastrohotel RH Canfali de Benidorm dispone en su planta 5ª, puesto que no nos llegamos a alojar en el hotel y tan solo fuimos por una noche clientes ocasionales del servicio de bar que el hotel dispone en su terraza. Esto ocurrió el 17 de agosto de 2024. El hotel, ciertamente, tiene una pinta extraordinaria, no seré yo quien lo ponga en duda, y la terraza también, incluido su camarero, muy correcto y educado, no así cierta “práctica” grotesca que tiene esta empresa a la hora de cobrar los gin-tonics y que enseguida pasaré a explicar. Y…más que “grotesca” habría que decir “cutre”, pero usar este término, casi que me da vergüenza ajena, debido a la excelencia que rodeó el resto del tiempo que nos llevó nuestra breve estancia allí arriba. Nos sentamos. Pedimos un cava y dos gin-tonics de ginebra Nordés. Sabíamos por la carta de precios del D·VORA SKY, que así se llamaba y se llama la susodicha terraza, que el precio del gin-tonic iba a ser “exigente” y que estaba acorde con las exquisiteces del local y el sitio en el que estábamos (10,50 euros). La sorpresa vino a la hora de pagar (que por cierto fue el camarero el que, sin que se la hubiéramos solicitado nosotros, nos sacó la cuenta, ¿como si nos invitara a ir pensando en marcharnos? No lo sé). Pues bien, resulta que al precio de cada gin-tonic (10,50) había que añadirle aparte los 3,40 de la tónica Schweppes. A ver, yo habría pagado sin rechistar los 13,90 euros por cada gin-tonic, si el precio de la consumición hubiese aparecido en la carta de precios bien clarito, porque además del lugar fantástico en el que nos encontrábamos (terraza, brisita marina, el entorno…) había también una señorita que nos pinchaba música (no era chillout, pero sonaba muy bien) y habría entendido perfectamente que todos esos servicios también se pagan, aunque ya los 10,50 euros por gin-tonic me parecían un “buen precio”. Evidentemente, lo que nos pareció cutre fue que el precio apareciera como… “escondido y solapado” en la carta. Pero lo que ya me pareció verdaderamente grotesco (en realidad, “cutre”) fue ver al camarero deshacerse en ridículas explicaciones (todas ellas, eso sí, muy correctas y muy educadas, lo cual, aun así, imprimía aún más a la escena que protagonizó el camarero ante el resto de su clientela un auténtico y lamentable “patetismo cutre” que, insisto, hacía desmerecer la exquisitez del entorno) para explicarnos lo inexplicable. ¡Caramba! ¡Que no estábamos tomando un gin-tonic de garrafón en un pub chabacano! ¡Pero qué necesidad tiene un local de la categoría, elegancia y exquisitez del Gastrohotel RH Canfali de intentar clavarles casi siete euros de más (3,40 euros por gin-tonic) a unos clientes! No obstante, debo reconocer que, por momentos, llegué a pensar que todo era una broma de cámara oculta e incluso
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