Usuario invitado
17 de junio de 2021
Me hubiese encantado darle 5 estrellas a este lugar porque el sitio es ideal y las personas que lo regentan son muy majas, pero tristemente no puedo. Debido al calor de mediados de Junio, hemos tenido que dormir con las ventanas abiertas (en la habitación del segundo piso), y aunque el ruido del río fluyendo es súper relajante, los perros ladrando toda la noche al unísono no lo son, tampoco la calidad del colchón y almohada en los que dormidos, que eran súper duros. Obviamente para algunas personas eso no es un problema y lo entiendo. El desayuno consistía en tostadas de pan, mantequilla, mermelada, o tomate y aceite, croissants (muy ricos por cierto), queso y jamón gallegos, limonada (de la que la dueña está muy orgullosa, aunque yo hubiera preferido un zumo de naranjas frescas recién exprimido como en el resto de hoteles en los que he estado) y café de puchero (no esperes espresso). También ofrecían infusiones. El sitio es idílico y está muy limpio y cuidado. A veces no vas a tener señal de wifi, si te alejas de la zona donde está el modem o tampoco tendrás buena señal con ciertos canales de TV. La señal tampoco fue buena a la hora de pagar con tarjeta y tuvimos que pagar en efectivo. (Al hacer la reserva online el sistema no nos permitió pagar con antelación). La dueña en confianza nos daba un número de cuenta para hacer un ingreso y pagarles, pero eso en realidad es un inconveniente cuando viajas pues has de buscar un Banco en la siguiente ciudad que visitas, estar atento a sus horarios de apertura y pagar comisiones por hacer una transferencia. Así que llevad efectivo en caso de que os suceda lo mismo que a nosotros. Ha sido una experiencia en un lugar muy bonito pero si uno no descansa bien, tristemente el recuerdo no es el mejor.